Es un deber ineludible rendir homenaje a estos médicos, quienes han brindado su vida y la tranquilidad de sus familias en aras de la lucha en favor de los enfermos que los necesitaban.
Por Edgar Tejada. 12 mayo, 2020.En estos días, el mundo entero afronta una terrible catástrofe de salud, que afecta las relaciones personales, sociales y económicas. A diario, escuchamos decir que esta situación es semejante a una guerra sin cuartel, donde se lucha contra un enemigo invisible, contra el cual aún no tenemos armas específicas de defensa.
En nuestro país, se ha diagnosticado alrededor de 70 mil personas y casi cerca de 2 mil muertos. El enfrentamiento contra el CIVID-19 es dramático y, en la mayoría de los casos, heroico. En el frente de lucha están nuestros trabajadores de la salud, bajo la dirección de médicos, quienes sacrifican su tiempo, su energía y el cuidado de sus propias familias para ayudar a los enfermos contagiados. Ellos están en la primera línea de batalla arriesgando constantemente sus vidas para salvar las de los demás. Y, muchas veces, son pocos frente al gran número de pacientes.
No sería exagerado afirmar que nuestros médicos permanecen en esta batalla heroicamente. No siempre cuentan con los elementos necesarios para su labor, como materiales y equipos de protección personal, medicinas básicas, oxígeno; armas, que como en una guerra, son indispensables para enfrentarse al enemigo.
Como es lógico y muy doloroso, en esta lucha tenemos muchas bajas. En el Perú, se calcula en 800 médicos contagiados, muchos de ellos en situación grave, así como una docena de facultativos muertos en el trabajo de atender pacientes contra esta nueva enfermedad que azota al mundo.
Es un deber ineludible rendir homenaje a estos médicos, quienes han brindado su vida y la tranquilidad de sus familias en aras de la lucha en favor de los enfermos que los necesitaban, sacrificando su vida, truncando su destino y causando una pena inconmensurable a sus familias y amigos, quienes difícilmente lograrán consuelo.
Seguramente, pasará algún tiempo para que la ciencia encuentre remedios y vacuna para este virus y que la situación que vivimos se normalice progresivamente. No permitamos que el tiempo nos haga olvidar a quienes lucharon día a día por aliviar a las víctimas ofrendando heroicamente su salud y vida por la de sus pacientes, en cada centro de salud, hospital o clínica. Verdaderamente son héroes, héroes civiles que merecen todo nuestro homenaje. Descansen en paz.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas en él son de responsabilidad del autor.